El País / 10 enero 2019.

El sarro acumulado en los dientes de una monja de un pequeño convento del siglo XI confirma que las mujeres fueron parte esencial de la transmisión de la cultura en la Edad Media. Usando sofisticadas tecnologías, investigadoras europeas y estadounidenses han identificado entre la placa dental partículas del pigmento más valioso y raro de aquella época: el azul de ultramar. Obtenido del lapislázuli, hermoseaba tablas, frescos (siglos más tarde daría color al cielo de la Capilla Sixtina) y los manuscritos más exclusivos. ¿Cómo llegó hasta la boca de aquella mujer? Las científicas defienden que se adhirió a su dentadura mientras afinaba el pincel con el que iluminaba libros.