El cliché es poco benevolente con la Edad Media: la memoria popular dicta que la humanidad, durante sus largos siglos, se sumergió en un periodo de oscurantismo, desconocimiento y atraso. Nada más lejos de la realidad. Hoy sabemos que el medievo disfrutó de numerosos avances técnicos y científicos, que las artes se contaron entre las más refinadas de siempre y que las condiciones de vida eran menos terroríficas de lo que las revisitaciones posteriores han tendido a ilustrar.

Prueba de ello son las múltiples y muy amplias rutas comercialesque se extendieron entre Europa y Asia durante la Edad Media. El intercambio cultural, a través de rutas casi legendarias como la de la seda, fue constante (si bien lento, dadas las limitadas infraestructuras de la época) y sirvió a ambos extremos del continente euroasiático. Al otro extremo de Europa florecían los imperios turcomanos y musulmanes, India prolongaba su otra Edad Dorada y China asentaba su preeminencia cultural.